Las cartas de Cicerón a sus allegados constituyen, junto con las que envió a su amigo Ático, una de las máximas expresiones de la literatura epistolar en toda la literatura clásica.
Frente a la solemnidad y gravedad de sus tratados y discursos, la producción epistolar de Cicerón ha recibido una consideración menor. Sin embargo, el conjunto de cartas (más de ochocientas) que envió y recibió (de las que se han conservado casi un centenar, de autores y estilos muy distintos) puede ser la parte de su legado que el lector contemporáneo sienta más próxima, debido a su viveza y frescura y por el hecho de constituir una fuente excepcional para conocer uno de los periodos más apasionantes de la historia de Roma, el fin del periodo republicano. Por añadidura, Cicerón se nos muestra más íntimamente que cualquier otro personaje del mundo antiguo, pues en ellas consigna su carácter y sus acciones.
Las Epistulæ ad familiares (‘cartas a sus amigos’, aunque la colección también contiene misivas recibidas por Cicerón) fueron conservadas y editadas por el secretario de Cicerón, Tiro. Las 435 cartas se dividen en dieciséis libros y se agrupan por destinatarios. Abarcan un periodo de veinte años, del 62 al 43 a.C., de suma importancia para la historia de la República romana, que se relata con gran precisión y minuciosidad, y resultan (por la gran diversidad de destinatarios y remitentes) muy variadas, con multitud de perspectivas. Las cartas varían mucho en cuanto a contenido, interés y estilo: hay de índole literaria o política e histórica, referentes a situaciones cruciales en la historia de Roma o en la vida de Cicerón, y otras que son poco más que textos formales. Poseen un interés enorme tanto como retrato de la transición de la República al Imperio como por reflejar la rica cultura y vida privada de su autor; junto con las Cartas a Ático (también publicadas en esta colección) son uno de los exponentes fundamentales de la literatura epistolar en toda la literatura clásica.
Sobre el autor
MARCO TULIO CICERÓN (106-43 a.C) es una figura capital para entender la política de los últimos años de República romana, pero también, y sobre todo, para comprender la evolución de la vida intelectual y artística de su época. Fue, sin duda alguna, el primer orador de su tiempo y de la historia de Roma, creador de una prosa capaz de expresar tanto las complejidades del pensamiento abstracto como el equilibrio, la gracia y la frescura indispensables para una verdadera prosa artística. Filósofo, hombre de leyes, retórico, político, figura pública y, en definitiva, escritor, sus oras marcan la literatura de su tiempo hasta el punto de considerar que el latín clásico es por antonomasia el de Cicerón.