Hallazgo. Emilia Pardo Bazán
Fragmento de la obra
La casa se había quedado ensordecida y vacía, triste, a pesar del Sol que inflamaba el rojo de los claveles en las macetas del balcón y entraba chorreando oro hasta la pared frontera. Todos de bureo: solo Carlota, la costurera, siempre tan rara, como sus compañeras decían, continuaba allí, refractaria a la diversión, tirando de la aguja, interrumpiendo con el rápido ticliteo de sus ágiles tijeras el silencio solemne del gabinete amueblado a estilo Imperio, donde hacía labor. ¡Salir, meterse en zambras, ella, ella, Carlota Migal! ¡Con lo que llevaba encima del alma, aquellas infinitas arrobas de vergüenza y desconsuelo, desde que sucedió… lo que sucedió! Hay mujeres, bien se sabe, que después se quedan tan frescas; nada, como si tal cosa. Ríen, se divierten, oyen requiebros, se enredan en nuevos amoríos, se emperifollan, se casan, engañan o no engañan al que las elige, le ocultan lo pasado, a veces hasta se lo cuentan con cinismo impávido… Carlota no era de esa hechura. No; a ella la habían amasado de otra pasta. Tenía para mientras viviese. La memoria, con monótona persistencia, murmuraba su canción de vieja hilandera de telarañas sombrías, en un rincón del cerebro de la costurera humilde: ‘Has pecado, fuiste abandonada, tu niño murió; no tienes ya derecho a ninguna alegría, a ningún placer. Trabaja, gánate el pan, deslízate callada y guarda para tu solitaria vejez unos ahorrillos; no debes ser molesta a nadie’. Y Carlota cosía, cosía. Por sus manos pasaban los volantes de gasa y tul, los faldellines de seda, las cintas frescas y crujientes, lo que las mujeres felices y animadas lucen en bailes y paseos; jamás un pensamiento de envidia, un temblor de concupiscencia, agitaba su resignado corazón. Bueno era para ella el traje usadito de lanilla, el ‘manto’ ala de mosca, la librea de la servidumbre, del salario, y de la insignificancia. Que la perdonasen, que la olvidasen… Que nadie la echase en cara ‘aquello’. ¡Ah! ¡Eso no! Porque se moriría del sofoco…
Sobre el autor
Emilia Pardo Bazán (1851-1921). España.
Nació el 16 de septiembre en A Coruña. Hija de los condes de Pardo Bazán, título que heredó en 1890. En su adolescencia escribió algunos versos y los publicó en el Almanaque de Soto Freire.
En 1868 contrajo matrimonio con José Quiroga, vivió en Madrid y viajó por Francia, Italia, Suiza, Inglaterra y Austria; sus experiencias e impresiones quedaron reflejadas en libros como Al pie de la torre Eiffel (1889), Por Francia y por Alemania (1889) o Por la Europa católica (1905).
En 1876 Emilia editó su primer libro, Estudio crítico de Feijoo, y una colección de poemas, Jaime, con motivo del nacimiento de su primer hijo. Pascual López, su primera novela, se publicó en 1879 y en 1881 apareció Viaje de novios, la primera novela naturalista española. Entre 1831 y 1893 editó la revista Nuevo Teatro Crítico y en 1896 conoció a Émile Zola, Alphonse Daudet y los hermanos Goncourt. Además tuvo una importante actividad política como consejera de Instrucción Pública y activista feminista.
Desde 1916 hasta su muerte el 12 de mayo de 1921, fue profesora de Literaturas románicas en la Universidad de Madrid.