El pensamiento político de Jacques Derrida (1930-2004) se articula a partir de la noción de aporía. Su crítica a la soberanía, al Estado nación, a la violencia fundadora de toda ley, a la comunidad excluyente, a logo(falo)centrismo, a la representación… no deriva en un anarquismo ingenuo sino más bien en una exigencia ético-política. Se trata de, a pesar de vivir en los Estados que tenemos y de no haber superado la democracia representativa, permanecer abiertos a la heterogeneidad, a todo aquello que el Estado y su construcción jurídica excluyen.
Si algo define la democracia, para Derrida, es el hecho de ser el único sistema abierto, el único capaz de permitir el derecho a la alteridad. Es esta exigencia de justicia la que desborda todo derecho y toda estructura estatal. La relación entre democracia y soberanía deviene así aporética, no tiene salida ni resolución, pero para todo Estado constituido, para todo sistema político que pretende cerrarse sobre sí mismo y legitimarse a partir de un principio fundador, la democracia será aquello tan difícil de realizar como de exorcizar. El resto no es sino totalitarismo.
Sobre el autor
Laura Llevadot es profesora de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y coordinadora del Máster en Pensamiento Contemporáneo y Tradición Clásica (UB). Fue la impulsora del festival de filosofía ‘Barcelona Pensa’. Ha sido investigadora de la Universidad de Copenhague, en la Howard and Edna Hong Kierkegaard Library (Minneapolis, EE. UU.), y en la Universidad de París 8. Es también investigadora asociada del Laboratoire d'études et de Recherches sur les Logiques Contemporaines de la Philosophie (Universidad de París 8).