¿Qué tienen en común una chica que se arroja desde una decimosexta planta, un necrolector, un vagabundo filósofo, una enigmática joven rusa, la Mafia, un tipo con once dedos exproxeneta y novelista retirado, una prostituta pariente de la Justine de Sade, un botín millonario robado, una huida y una implacable persecución?
Sobrevivir como modo de pensar, como la melodía que atraviesa y cierra Dátrebil, fórmula narrativa pura, sin cortar, de la vida. Un caleidoscopio distópico en el que el lenguaje poético y el metadiscurso artístico se imbrican magistralmente, como es habitual en las novelas de Pedro, con la acción y una destreza visual cinematográfica que lo sitúan entre los escritores más interesantes del panorama literario actual.
Sobre el autor
Nací con prisas un sábado por la tarde de un 24 de septiembre de 1976 en Palma, justo para una ducha, vestirme y largarme de fiesta con amigos a un bar de la luna, de donde ya no he bajado. Fui el quinto hijo de una comercial y un humilde profesor de autoescuela que, conduciendo conduciendo, se perdió tras las curvas de la muerte hace ya muchos años. Cuenta mi madre que nací riendo, no porque me faltaran ganas de llorar, sino porque sentía vergüenza de no guardarlas para más adelante, cuando la vida soltara bofetadas en serio. Luego fui creciendo y leyendo a hurtadillas, bajo las mantas. Ahí nacieron mis ojeras, que ya jamás me abandonaron.
A los 12 años soñé que era escritor, y en ello sigo tantos poemarios (y premios literarios) después, entre otros: Anatomía de un ángel hembra, Laura y el Sistema, La amplitud de una nevera americana o Alas Calibre 38. He publicado dos novelas: El secadero de iguanas, de la que hemos rodado una peli, y Dátrebil. Fui estudiante de Filología, fundé una revista literaria y una editorial, repartí pizzas, trabajé en un albergue de montaña, viví en Sudamérica dos años como cooperante, serví copas, curré en un videoclub, hice encuestas, me enamoré 713 veces, quise cambiar de mundo… y ahora me gano los panes en un centro para víctimas de violencia de género. Pero aquí sigo: leyendo, escribiendo, viviendo sin descanso. En la luna. Soñando siempre.