Diario de un testigo de la guerra de África es el más conocido de los libros de viajes de Pedro Antonio de Alarcón. En él narra sus impresiones de la Guerra del África de 1859, de una manera vivida y realista. Narra desde dentro la vida que llevaban los soldados en aquella campaña en territorio de Marruecos y los lugares por donde se movían.
Este libro procede de los relatos periodísticos que Pedro Antonio de Alarcón envió a su editor durante el conflicto y contiene una amplia descripción de la vida militar. Conocida por Alarcón quien se alistó como voluntario al inicio de las guerras en las colonias españolas en Marruecos.
Aquí también aparecen numerosos personajes de la política española de aquellos tiempos. Entre ellos cabe citar a Juan Prim, quien posteriormente derrocó a la reina Isabel II de Borbón y fue presidente de España y Leopoldo O’Donnell, quien llegó a ocupar el mismo puesto de gobierno.
Diario de un testigo de la guerra de África (1861) es la crónica de esta experiencia, una visión inusitada del Islam y el nacionalismo hispánico. Pedro Antonio de Alarcón recibió un balazo en un combate, y su libro fue tan popular que se vendieron cincuenta mil ejemplares en su época.
El Diario es el relato heroico de las acciones bélicas de España en el Magreb. Alarcón parece una extraña mezcla de romántico y patriota colonial. Escribe fascinado por la aventura africana y por las victorias españolas en esta guerra hoy casi olvidada. Sin embargo, cabe destacar que fue uno de los primeros en denunciar la manipulación política que hubo en torno a esta contienda.
Sobre el autor
Pedro Antonio de Alarcón y Ariza (Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891). España.
Hizo periodismo y literatura. Su actividad antimonárquica lo llevó a participar en el grupo revolucionario granadino ‘la cuerda floja’.
Intervino en un levantamiento liberal en Vicálvaro, en 1854, y -además de distribuir armas entre la población y ocupar el Ayuntamiento y la Capitanía general- fundó el periódico La Redención, con una actitud hostil al clero y al ejército. Tras el fracaso del levantamiento, se fue a Madrid y dirigió El Látigo, periódico de carácter satírico que se distinguió por sus ataques a la reina Isabel II.
Sus convicciones republicanas lo implicaron en un duelo que trastornó su vida, desde entonces adoptó posiciones conservadoras.