Estas lecturas de Chuang Tzu, advierte Thomas Merton al lector, son el resultado de años de estudio, anotación y meditación. Las notas acabaron siendo imitaciones libres de los pasajes que llamaron especialmente la atención del monje y poeta. Son ‘aventuras de interpretación personal y espiritual’, una ‘intuitiva aproximación a un pensador que es a la vez sutil, entretenido, provocativo y no fácil de captar’.
Lejos de cualquier intención apologética, Merton quiere trasladar el temperamento filosófico de Chuang Tzu, que se caracteriza por su intento singular de penetrar el corazón de las cosas. Una aprehensión de la realidad que se ofrece en forma de meditaciones y poemas, de historietas, fábulas y anécdotas que, teñidos de humor y de ironía, constituyen una antología del pensamiento que corría por los círculos taoístas en los siglos IV y III antes de Cristo.
Pero el camino que aquí se muestra, misterioso por su misma sencillez, es propio de una mentalidad que se encuentra en todas partes: un gusto por la humildad, la no afirmación de sí mismo y el silencio. No busca ninguna salida. Como escribe Merton: ‘Chuang Tzu habría estado de acuerdo con san Juan de la Cruz en que se entra por ese camino cuando se abandona todocamino y, en cierto modo, se pierde uno’.
‘Una deliciosa variación sobre el más grande de los escritores taoístas’. (El País)
‘Una obra imprescindible para conocer el pensamiento taoísta original, así como para profundizar en esta doctrina religiosa’. (Ecos de Asia)
‘En este libro se dan la mano dos pensadores a los que separan milenios pero que están unidos por un mismo sendero que lleva a la comprensión de la realidad: como nexo entre y hacia la trascendencia’. (Filosofía & Co.)
‘Una introducción admirable a esta fuente poco conocida pero importante del taoísmo’. (Alan Watts, The New York Times)
Sobre el autor
Contemplativo de la abadía de Getsemaní en Kentucky (Estados Unidos), compaginó su vida como monje trapense con su actividad de escritor y poeta, retirándose a los bosques del monasterio para entregarse a su verdadera pasión: la escritura. El gran móvil de todo su planteamiento ontológico y religioso fue precisamente su aspiración a la Palabra. A través de ella proyecta, orienta y administra su propia imagen literaria y humana a lo largo de una prolífica y controvertida obra que refleja sus inquietudes más hondas, su tremenda insatisfacción ante una época en la que veía surgir llamadas de socorro por todas partes, lo que le llevaría a vincularse a los movimientos pacifistas. Fascinado por los maestros zen y taoístas, los lamas tibetanos le llegaron a calificar de ‘Buda de Occidente’, que, en su viaje a Asia, descubre y anuncia que ‘todo es vacío y todo es compasión’. La muerte le sorprenderá accidentalmente en la ciudad de Bangkok.