La función propia del hombre es vivir, no existir. No malgastaré mis días tratando de prolongarlos. Aprovecharé mi tiempo’, puntualizó Jack London. A diferencia de otros escritores norteamericanos, Jack London no quiso escribir la Gran Novela, sino vivir La Gran Aventura. Su vida fue la de un aventurero que escribe. Fue un hombre inquieto. Este mismo afán de vida se refleja en los cuentos aquí seleccionados. Hay una aventura, paisajes exóticos y lejanos, tormentas de mar y de nieve, pero también una interesante incursión en eso que llaman condición humana.
A propos de l’auteur
Jack London nació el 12 de enero de 1876 en San Francisco. Desde pequeño se interesó en la lectura, en el alcohol, en las penurias económicas de la clase trabajadora y en la aventura.
A los dieciséis se compró su primer bote, el Razzle Dazzle, con el que se convirtió en ‘en el Príncipe de los Piratas’, debido a los robos que cometía contra los barcos pesqueros. Después del incendio de su barco, renegó de la piratería y cambió de bando, al convertirse en miembro de la Patrulla Pesquera, donde se enfrentó a saqueadores de ostras y a pandillas de chinos y griegos especialistas en el robo de camarón y de salmón. Un año más tarde, se embarcó en el Sophie Sutherland, en el que navegó por el Pacífico, por las islas Bonin y Japón, hasta llegar a la costa siberiana, donde cazó focas. A su regreso, enfrentó un tifón, experiencia que marcó el inicio de su vida literaria.
London trabajó como carbonero, se unió al Ejército Industrial de Kelly, fue hubo –o vagabundo–, miembro del Partido Socialista, buscador de oro en el Klondike, darwinista, macho sin par y feminista convencido, partidario de la Revolución Mexicana y corresponsal de guerra, boxeador aficionado y reportero de las mejores peleas de su tiempo… Y, sobre todas las cosas, London fue aventurero.
Lo que este tipo de vida trajo consigo –alcoholismo, mala alimentación, enfermedades tropicales– hizo que, el 22 de noviembre de 1916, después de una severa y dolorosa infección renal y de haber consumido los suficientes calmantes y somníferos que apaciguaran el dolor, Jack London tuviera una temprana muerte, a la edad de cuarenta año.