Cuatro años en Wellesley; dos años aproximadamente divididos equitativamente entre París, Dresde y Florencia. Y ahora Jane Hastings estaba en casa otra vez. En casa, en la casa sin cambios, espaciosa, anticuada, mirando hacia abajo desde sus céspedes de pendiente pronunciada y jardines en terrazas sobre las actividades humeantes de la ciudad de Remsen, contemplando un encantador panorama de colinas y valles en el corazón del sur de Indiana Central . Seis años de esfuerzo en Oriente y en el extranjero para satisfacer la energía inquieta que heredó de su padre; y allí estaba ella, tan inquieta como siempre, pero con todo lo que una mujer podía hacer en el camino de una carrera activa. Ella recordó sus años de elaborada preparación; ella miró adelante, nada. Es decir, nada más que matrimonio: dejar caer su nombre, abandonar su personalidad, desaparecer en la personalidad de otro. Ella nunca había visto a un hombre por el cual ella haría tal sacrificio; ella no creía que tal hombre existiera.