En abril de 1938, André Breton, el iniciador de la aventura surrealista, llegó a México para dar una serie de conferencias. Tenía la esperanza de ver allí a León Trotski, el revolucionario de Octubre y fundador del Ejército Rojo. Por mediación de Diego Rivera se produjo ese encuentro sorprendente y desigual: Breton admiraba la fortaleza y la gesta de Trotski, mientras que este desconfiaba de las experiencias poéticas de los surrealistas. Sin embargo, el artista y el combatiente se embarcaron en un proyecto que los ocupó durante tres meses: la redacción del manifiesto ‘Por un arte revolucionario independiente’, un documento comunista libertario, antifascista y alérgico al estalinismo.
Escrito a cuatro manos en francés y ruso, y firmado por Breton y Rivera (porque Trotski consideró conveniente ceder la autoría a un artista), el manifiesto exige para la creación en todos los órdenes un marco ‘anarquista de libertad individual’. Se trata de romper con el espíritu policíaco de una época asediada por totalitarismos y de habilitar la experimentación personal sin aceptar directivas ni ataduras externas. Curiosamente, en un pasaje en que se afirma que ‘en arte, todo está permitido’, Breton sugería agregar ‘salvo lo que vaya contra la revolución proletaria’, y Trotski se demostró menos dogmático que el líder del surrealismo: suprimió la frase creyendo que podía habilitar abusos. El manifiesto es, así, una proclama por la libertad ilimitada del arte respecto del Estado y los aparatos políticos.
Un clásico para pensar las relaciones entre arte y política, el manifiesto sigue sorprendiendo por su impronta libertaria, por sus cruces con el psicoanálisis y por la discusión, aún abierta, sobre qué arte es posible bajo las condiciones del capitalismo.
Circa l’autore
André Breton (Francia, 1896-1966): formado como psiquiatra, fue dadaísta hasta 1924, año del Manifiesto del surrealismo. Adhirió al PC en 1927; contrario a los dogmas del estalinismo, optó por la agitación anarquista. En 1938, viajó a México, colaboró con Trotski y afianzó vínculos con la IV Internacional. Sufrió censura y exilio, regresó a su país en 1946 y reeditó textos surrealistas como sus novelas Nadja y Los vasos comunicantes.
León Trotski (Ucrania, 1877-México, 1940): nacido como Lev Bronstein, estudió Derecho y luchó contra el zarismo, sufriendo arrestos y deportación. En la Revolución de 1905, presidió el Soviet de San Petersburgo; deportado a Siberia, escapó y se exilió. Regresó a Rusia, se sumó a los bolcheviques, formó parte decisiva de la Revolución de Octubre y –como ministro y organizador del Ejército Rojo– del ascenso de Lenin. A la muerte de este en 1924, chocó contra Stalin y el aparato partidario, que lo confinaron en Kazajstán y en 1929 lo desterraron. Cercado en un ‘planeta sin visado’, lideró la IV Internacional y publicó libros como La revolución permanente o Historia de la Revolución Rusa.
Diego Rivera (México, 1886-1957): refundó la pintura mexicana, junto con Orozco y Siqueiros. Se destacan sus murales de tema social e histórico en edificios públicos de su país. Casado con Frida Kahlo, fue figura muy influyente en el ámbito artístico y político.