Se publica por primera vez en castellano, de la mano del filólogo, escritor y traductor Gabriel Insausti la obra completa en prosa -a excepción de algún texto menor- del poeta inglés Gerard Manley Hopkins (1844-1889). Ejemplo claro del ‘síndrome de van Gogh’, su poesía, ignorada en vida, recibió una notoria aprobación en las primeras décadas del siglo XX, influyendo en significativos autores como Ivor Gurney, W.H. Auden, Arthur Waley o el Nobel de Literatura T.S. Eliot.
Tras su despegue póstumo como poeta, se suscitó un fuerte interés por editar su prosa, que salió a la luz a finales de los años cincuenta, cuando se pudo acceder a todo el material disponible, principalmente ensayos, cartas, diarios y sermones, acompañados de dibujos del propio Hopkins. En él se revelan diversos aspectos poco conocidos de su vida y su personalidad, además de sus reflexiones sobre los más variados asuntos, como la sociedad moderna, el capitalismo industrial o el conflicto irlandés, y sus ideas estéticas, en particular, sus indagaciones sobre métrica y prosodia.
Circa l’autore
Gerard Manley Hopkins (Stratford, 1844 – Dublín, 1889) fue un poeta victoriano que ejerció gran influencia en las generaciones posteriores de escritores británicos, a pesar de que durante su vida y en las décadas inmediatamente posteriores su poesía fue escasamente publicada y accesible solo a un público minoritario.
Educado en una familia anglicana y de carácter muy religioso, con un talento y una sensibilidad artística innatas que desarrolló también a través de la pintura y la música, recibió durante su estancia en la Universidad de Oxford un fuerte influjo del Movimiento de Oxford, lo que le llevó a convertirse al catolicismo en el año 1866. Dos años más tarde ingresó en la Compañía de Jesús y decidió quemar su obra más reciente, aunque volvería a escribir poesía unos años después.
De entre su obra poética, dada a conocer al gran público en 1918 por su amigo Robert Bridges, destacan The Wreck of the Deutschland y Terrible Sonnets. Hopkins falleció a la edad de 45 años de fiebres tifoideas.