Un loto blanco de pistilos de oro constituye una muestra representativa de las características poéticas de Julián del Casal, que se mueven desde ese romanticismo en el cual predominan la melancolía, la tristeza, el pesimismo, y hacen de él en su primera etapa un poeta incapaz de aprehender la realidad para sumergirse en la desesperanza y el hastío, con rasgos de evasión cuando acude al arte como motivo de muchos de sus textos y la soledad es referencia para expresar lo exótico y lo ajeno; hasta el Casal cuyo pensamiento deambula por sensaciones de un mundo lejano e imaginario, con fuertes influencias de los poetas franceses parnasianos y simbolistas, quienes inciden de forma definitiva en su orientación literaria y estética, la cual se inserta dentro de una tradición poética cubana que «él supo culminar y, a la vez, proyectar hacia un futuro cierto».
Circa l’autore
JULIÁN DEL CASAL Y DE LA LASTRA (La Habana, 7/11/1863 – 21/10/1893). Poeta y escritor del siglo XIX cubano, cuya obra se inició en el romanticismo, pero que, en todo caso, no puede considerarse un mero posromántico, sino uno de los precursores de la estética modernista en Latinoamérica, con un inspirado espíritu renovador de las formas métricas y la rima. La temprana muerte de su madre y casi enseguida de su padre entristeció su infancia y le cambió radicalmente la vida. Estudios en el Real Colegio de Belén y allí fundó, con varios compañeros, el periódico clandestino y manuscrito ‘El Estudio’ donde publicara sus primeros versos. Su primer poema conocido apareció en un semanario de arte, ciencia y literatura llamado ‘El Ensayo’. Visitó el Nuevo Liceo gracias a su amistad con Nicolás Azcárate. Allí conoció a Ramón Meza y se puso en contacto con los principales autores extranjeros del momento. Sus modelos éticos y estéticos eran los poetas franceses Charles Baudelaire y Théophile Gautier, y su escenario favorito París. En noviembre de 1888 emprendió un viaje a Europa. Estuvo en Madrid, donde trabó amistad con Salvador Rueda y con Francisco Asís de Icaza, y finalmente regresó a La Habana en 1889, sin haber podido cumplir su deseo de visitar París, en precaria situación económica. La carencia de medios de subsistencia lo obligó a vivir instalado en las redacciones de diferentes publicaciones en las que trabajó como corrector de pruebas y periodista en diferentes momentos de su vida: La Discusión, El Fígaro, La Habana Literaria, El Hogar, El País, La Caricatura, Diario de la Familia, Ecos de las Damas, La Lucha, EL Pueblo, El Triunfo, La Unión Constitucional. Fue, además, redactor del semanario La Familia Cristiana (1891-1892) y colaboró en La Habana Elegante, donde publicó una serie de artículos titulada «La sociedad de La Habana» (el primero de ellos, sobre el Capitán General Sabás Marín y su familia, le costó su puesto en la Intendencia General de Hacienda). Utilizó con frecuencia los seudónimos El Conde de Camors, Hernani y Alceste. Este poeta, considerado uno de los iniciadores del movimiento modernista, junto con Gutiérrez Nájera y José Asunción Silva, estrechó relaciones con la familia de Esteban Borrero y conoció a su hija Juana; frecuentó las tertulias de la Galería Literaria; tradujo poemas en prosa de Baudelaire, fue amigo de Rubén Darío y continuó en contacto con las experimentaciones que se estaban produciendo en la literatura francesa y latinoamericana. Su primer libro de poesías, que hay que considerar dentro del romanticismo, ‘Hojas de viento’ (1890), está marcado todavía por las influencias de románticos españoles como Campoamor, Zorrilla o Bécquer, aunque también hay crispaciones a lo Heine o Leopardi y se anuncia Baudelaire y Gautier. Todas estas influencias significan que todavía no es una obra original, sino un ejercicio literario sobre lo estudiado, pero no interiorizado, hecho propio. En el segundo libro, Nieve (1892), ya el título mismo sugiere el modernismo, y en él, el tono pesimista aristocrático, así como la preocupación formalista en métrica y léxico, son propias del modernismo de Darío y Gutiérrez Nájera y, por supuesto, de Verlaine. Y así se llega a su tercer y último libro, Bustos y rimas (póstumo, 1893), el más original y personal donde se anunciaba un gran poeta llamado a renovar las letras hispanas. Es un libro sombrío y audaz en el que se rinde culto a las sensaciones, los símbolos, el gusto por las culturas exóticas desde la helenista, el rococó o el japonismo, pero en el que todo se vive y cuenta desde el interior, sin paisajes externos. Parte de la prosa casaliana fue traducida al inglés (Selected prose of Julián del Casal. Preface por Marshall E. Nunn. El Paso, Texas, University of Alabama, 1949).