Lo que se oye desde una silla de El Prado. Pedro Antonio de Alarcón
Fragmento de la obra
—¡Qué noche tan hermosa!
—¡Hermosísima!
—Y ¡qué calor ha hecho hoy!… Figúrese usted que esta mañana…
—Agur…
—Adiós…
—Muy buenas noches…
—Pues, sí, señor; como le iba diciendo a usted…
—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
—¿Has conocido a ése? Es aquel que el año pasado…
—¡Agua, aguardiente y azucarillos! ¡Agua!
—¡Niñas! ¡Niñas! ¡Más despacio!
—Tenga usted cuidado, Arturo; ¡que nos llama mamá!
—¡Barquillero!
—¡Matilde, eres un ángel!… ¡Eres una diosa!… ¡Eres una!…
—¡Pero, ¡hombre! ¡Esa mujer es una arpía! Gustavo debía divorciarse…
—¡Ramitos y camelias! ¡La vara de nardo a dos reales! ¡Señorito, cómpreme usted una!…
—¡Allá van! ¡Ella es! ¡Aprieta el paso!… ¡Bendita sea la gracia!
—¡Aquí vienen! ¡Ellos son!… ¡Qué tontos!
—¡Caballero! ¡Que no tengo padre! ¡Una limosnita por el amor de Dios!
—¡La Correspondencia!
—Pues bien: ¡desde entonces estoy cesante!… ¡Esto no es país!
—¡Chico! ¡Chico! ¡Buen turrón! ¿Y cómo te las has compuesto?
—Es un cuadro muy bonito. Pero a mí me gusta más aquel en que Pepita Jiménez y el teólogo…
—Lo que usted oye. Murió ab intestato y me correspondió la mitad de la herencia. Yo no le había hablado nunca…
—Lo mismo creo yo. La crisis es infalible. ¡Así no podemos seguir! Cristino será ministro antes de un mes.
—Y ¿qué hiciste tú? ¿Le devolviste su carta con una bala?
—¡Le di dos bastonazos, y en paz! No tenía él la culpa, sino ella…
—Pues dicen que los carlistas están en Guadalajara…
—¡Mejor!
—¡Lo mismo me da!… ¡Esto es horroroso!
—¡Señorita! ¡Merengues! ¡Acabaditos de hacer!…
—Adiós. Yo me voy al concierto del Retiro. Aquello estará más fresco.
Circa l’autore
Pedro Antonio de Alarcón y Ariza (Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891). España.
Hizo periodismo y literatura. Su actividad antimonárquica lo llevó a participar en el grupo revolucionario granadino ‘la cuerda floja’.
Intervino en un levantamiento liberal en Vicálvaro, en 1854, y -además de distribuir armas entre la población y ocupar el Ayuntamiento y la Capitanía general- fundó el periódico La Redención, con una actitud hostil al clero y al ejército. Tras el fracaso del levantamiento, se fue a Madrid y dirigió El Látigo, periódico de carácter satírico que se distinguió por sus ataques a la reina Isabel II.
Sus convicciones republicanas lo implicaron en un duelo que trastornó su vida, desde entonces adoptó posiciones conservadoras.