La vida de Rubén Darío escrita por él mismo apareció por primera vez en el semanario argentino Caras y Caretas. Allí se publicó por entregas entre los meses de septiembre y noviembre de 1912. No fue hasta la publicación en forma de libro por el editor Manuel Maucci, en Barcelona en 1915, que apareció bajo el título de Autobio grafía de Rubén Darío .
El yo autobiográfico de Rubén Darío coincide con el cliché del poeta bohemio y vividor que no se preocupa por el día de mañana. Sus problemas con el alcohol y su afición a los escarceos amorosos son tratados con simpatía y sinceridad a lo largo del relato.
«Pasaba, pues, mi vida bonaerense escribiendo artículos para La Nación , y versos que fueron más tarde mis Prosas profanas ; y buscando, por la noche, el peligroso encanto de los paraísos artificiales.»
En esta Autobiografía de Rubén Darío, el padre del modernismo es casi coloquial y sarcástico. Su franqueza es absolutra a la hora de mostrar las fronteras entre sus compromisos políticos con unas repúblicas endebles (Nicaragua entre ellas) y su vehemencia literaria. No duda en contarnos anécdotas hilarantes sobre políticos y artistas.
La vida de Rubén Darío escrita por él mismo es una declaración de su identidad literaria hispánica. Al mismo tiempo nos narra la ambigua relación del autor con los poderes políticos.
Circa l’autore
Rubén Darío (Metapa, 1867-León, 1916). Nicaragua.
De verdadero nombre Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867, en la pequeña aldea nicaragüense de Metapa. Sólo un mes después, la familia se trasladó a León (Nicaragua), sin mejorar allí apenas su precaria situación económica. De ascendencia española e indígena, Rubén recibió en gran parte su primera educación en casa de un tío abuelo suyo, el coronel Ramírez y Bernarda Sarmiento. En 1881, acabados los estudios en León, y habiendo publicado ya algunos poemas con el apellido Darío (nombre de pila de un antepasado), Rubén marchó a El Salvador, donde trabó amistad con el poeta Francisco Gavidia y avanzó en sus descubrimientos poéticos.
En 1883 regresó a Nicaragua, donde trabajó en la Biblioteca Nacional de Managua y en la secretaría del presidente Adán Cárdenas. Animado por algunos amigos, en 1886 viajará a Santiago de Chile, colaborando allí en los periódicos chilenos y publicando sus primeros libros. Rubén tuvo dificultades para conectar al principio con los círculos literarios e intelectuales chilenos, pero tras obtener el primer premio en un concurso de poesía exaltadora de los próceres chilenos, su nombre comenzó a ser bien recibido. Sin duda, aquel libro fue compuesto con la intención de salir del anonimato, ya que Darío trabajaba por entonces en su poesía innovadora y modernista, cuya piedra miliar será el libro de prosa y poesía Azul, de 1888, en el que se detectan remotas resonancias becquerianas.
Con el tiempo su reconocimiento como primer representante de la nueva poesía se hizo extenso y sus relaciones se ampliaron a los círculos más influyentes, tanto en lo literario como en lo político (fue amigo del presidente Balmaceda). En su breve regreso a Nicaragua, en 1889 (tras la muerte de su padre, meses antes), Darío conocerá a Rafaela Contreras, con la que contraerá matrimonio civil en El Salvador. Después vendrán cortas estancias en Guatemala, Costa Rica y su país natal, hasta que el Gobierno nicaragüense lo envía a España como representante en el IV Centenario del descubrimiento de América, lo que le dio la oportunidad de conocer a numeroso literatos españoles.
Fallecida su esposa en 1893, Rubén se casará al año siguiente con un amor de juventud, Rosario Murillo; dicho matrimonio está envuelto de misterio debido a la reputación de dicha mujer y a los manejos que quizá llevó a cabo su hermano para materializar la boda. Sea como fuere, Rubén Darío es ya un respetado hombre público en toda Latinoamérica, y ese mismo año será nombrado cónsul de Colombia en Panamá y Buenos Aires, realizando después viajes a Nueva York, donde conoció a José Martí, y a París, donde se encuentró con uno de sus maestros, el poeta Verlaine.