Eau Sauvage se presenta bajo la forma de un «diálogo» con cierto toque humorístico para convertirse, poco a poco, en un monólogo casi dramático. Un padre invasor, preocupado hasta la angustia por la felicidad de su hija, alterna los excesos de atención con los reproches, de una manera tan torpe como, finalmente, conmovedora.
Valérie Mréjen demuestra de nuevo en esta novela su apabullante virtuosismo para captar los clichés del lenguaje familiar, sus ritmos y sus matices de tono; y una soberbia capacidad para sacar punta a los detalles de la vida diaria. Baña la novela, además, un desapego tan sólo aparente, bajo el cual se adivina la emoción, que es apenas, sin embargo, un rastro sutil: como ese perfume que da título al libro y, provocando un ejercicio de memoria olfativa, nos hace pensar también en nuestro propio padre y en la colonia que usaba.
Escrito en estado de gracia, Eau Sauvage trata con aparente ligereza, con ese humor tan suyo, el gran tema que se adivina bajo todas las novelas de Mréjen: la dificultad del diálogo. Y dibuja, de través, el ajustado retrato de toda una generación de hijas e hijos.
Circa l’autore
Valérie Mréjen nació en París en 1969. No sólo es una de las escritoras fundamentales de su generación, sino también una de las artistas visuales más destacadas. Es autora de novelas breves de una rara perfección: Mi abuelo (1999; Periférica, 2007), El Agrio (2001; Prix du Deuxième Roman, Periférica 2009), Eau sauvage (2004; Periférica, 2011) o Selva Negra (2012; Periférica, 2015). Tercera persona, emocionante reflexión en torno a la maternidad, es su última novela aparecida en Francia. Las obras de Valérie Mréjen han sido definidas por Jean-Luc Douin en el diario Le Monde como novelas en Super 8, como películas del Gordo y el Flaco filmadas por la Nouvelle Vague.