Los Evangelios apócrifos se escribieron en los primeros siglos del cristianismo y cuentan historias relativas a Jesús, que no aparecen en los textos canónicos. Son escenas omitidas por la ortodoxia cristiana, que se encontraron, en el siglo XX, en los rollos del Mar Muerto y los de Nag Hammadi.
A estos documentos se les dio el nombre de Evangelios por su aspecto similar a los cuatro evangelios admitidos en el canon del Nuevo Testamento. Sin embargo, muchos de ellos no tienen un estilo evangélico. Algunos de estos escritos aparecieron en comunidades gnósticas, con la intención de contener palabras y mensajes ocultos (en griego, apokryphos).
Cabe comentar que el término apócrifo no indicaba en sus orígenes falsedad, sino misterio. Estos mensajes, ocultos entre los discursos y atribuidos a Cristo, estaban reservados a los iniciados en esas comunidades.
La lectura de los Evangelios apócrifos nos ilustra sobre la forma en que se comprendió el cristianismo en los primeros siglos de su historia y, en particular, la figura de Jesús, de la que los evangelios apócrifos ofrecen una imagen muy diferente a la de los canónicos. Aquí se cuenta la infancia de Jesúcristo y sus aventuras mundanas.
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