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Louis Althusser nació en Argelia en 1918. Estudió en Marsella, Lyon y París, donde pasó por la Escuela Normal Superior; se doctoró tardíamente en la Universidad de ...
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Louis Althusser nació en Argelia en 1918. Estudió en Marsella, Lyon y París, donde pasó por la Escuela Normal Superior; se doctoró tardíamente en la Universidad de Amiens, en 1975. Veinteañero, se incorporó al ejército francés y fue capturado por la Alemania nazi, que lo recluyó en un campo de prisioneros, donde se manifestaron los problemas psiquiátricos que lo atormentarían toda su vida. Estudió el pensamiento de Rousseau, Montesquieu, Maquiavelo y, sobre todo, Marx, cuya obra de juventud le pareció siempre de menor rango. Sus trabajos se ocuparon de la condición histórica del sujeto, la naturaleza de las ideologías, las tensiones entre ciencia y filosofía. Quizá sin proponérselo, abordó el marxismo con una mirada estructuralista y contribuyó a difundirlo dentro y fuera del ámbito académico. Sobre su forma de practicar la filosofía ha dicho Emilio de Ípola, uno de sus lectores más agudos, que ‘estaba afectada por una suerte de necesaria inconclusión: cada punto de llegada se convertía de inmediato en un nuevo punto de partida, en un nuevo comienzo’. Entre sus discípulos, algunos de ellos con una veta crítica, se cuentan pensadores como Étienne Balibar —con quien escribió Para leer ‘El capital’—, Alain Badiou y Jacques Rancière. Su amplio prestigio en Europa y América Latina habría de eclipsarse primero en un atroz episodio familiar, por el asesinato de su esposa, la socióloga Hélène Rytmann, a quien estranguló en 1980, y luego por la caída del Muro de Berlín a finales de esa década. La publicación de su autobiografía y muchas de sus cartas, que mostraron sus padecimientos y quiebres internos, pareció reconciliarlo con el público y la academia. Murió en 1990. Jacques Derrida recordó durante su entierro ‘aquella extraordinaria pasión que tuvo y que no le dejó ningún respiro ni le ahorró nada, con sus gestos teatrales, sus desiertos, sus grandes espacios de silencio, las retiradas vertiginosas’.