‘Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. […] También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo’ (1 Timoteo 3:1-7, DHH). ‘Deseo hablar con mis hermanos que ocupan puestos de confianza. […] Los dirigentes deben tener autoridad, pero nunca han de usarla como un poder que les permita negar la ayuda a los necesitados y desamparados. Nunca debe ejercerse para desalentar o deprimir a un alma en apuros. Recuerden siempre quienes han recibido cargos influyentes que Dios desea que manifiesten la mente de Cristo quien, como Creador y Redentor, es el dueño de todos los seres humanos’ (p. 84).
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Elena G. de White (1827-1915) es considerada la autora norteamericana más traducida. Sus obras han sido publicadas en 140 idiomas. Aunque su educación formal concluyó a los 9 años, escribió más de 100.000 páginas sobre una gran variedad de temas. Guiada por el Espíritu Santo, siempre exaltó a Jesús y señaló las Escrituras como el fundamento de su fe.