Pedro Antonio de Alarcón contaba 21 años cuando una mañana de febrero de 1855 se encontró indefenso frente a la pistola de Heriberto García de Quevedo, insigne poeta y dramaturgo venezolano con quien se batía en duelo, por haber vilipendiado Alarcón a Isabel II y a su gobierno desde las columnas del periódico El Látigo.
Alarcón descargó primero y casi mata a uno de los padrinos, pues no sabía usar las armas. García de Quevedo, diestro con la pistola, apuntó a su contrincante y después de escuchar la tercera palmada, levantó la mira y disparó hacia el cielo. Perdonó la vida a Alarcón por respeto a su genio literario. La muerte permea los dos relatos de este volumen: redentora y afable en uno, horrible y fatídica en el otro.
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Pedro Antonio de Alarcón y Ariza fue un narrador español que perteneció al movimiento realista, en el que destacó como uno de los artífices del fin de la prosa romántica.
Introducción de Hugo Enrique del Castillo Reyes.