Sorprendidos por una tormenta, el navío de pesca de tres valientes marineros se aleja de la costa. Uno de los hombres vivía del cabotaje desde hacía años, otro, un gallardo y robusto visigodo, había terminado con su antigua vida de rufián, el tercero había llegado recientemente al navío como joven tripulante. Pero el océano los arroja en un archipiélago, de donde, en la noche, emerge el haz de un faro, al ritmo de su son endiablado. Acostaron en la más pequeña de las islas, bajo el dominio de un mar salvaje que había averiado una parte del barco. La visión del faro perdida en ese islote no les inspiraba confianza, pero debieron ir a él, ya que no había reparo en ese lugar austero. En cuanto alcanzan la puerta de la torre de fuego, una desaventura les provocó múltiples preguntas acerca del drama que se dio allí unas semanas antes.