La civilización etrusca dominó el norte de Italia durante casi siete siglos, aunque su época de mayor esplendor abarca del siglo VII al IV antes de Cristo. Los etruscos ocuparon una amplia franja geográfica entre los ríos Tíber al sur y Arno al norte, con el mar al este. Etruria, que no fue nunca un país sino, al igual que la Grecia clásica, un conjunto de ciudades que compartían una cultura, nos ha dejado una profunda impronta. En muchas de aquellas urbes —Orvieto, Tarquinia, Volterra, Cortona, Arezzo, Perugia y Viterbo—, los etruscos construyeron sus ciudades en amplias mesetas o colinas sobre las tierras que les rodeaban.
«Pienso, de nuevo, hasta qué punto Italia es mucho más etrusca que romana: sensible, tímida, en busca constante de símbolos y misterios, capaz de deleitarse, violenta en sus espasmos, pero sin ansia natural de poder», escribe D. H. Lawrence.
En Tumbas etruscas, Lawrence puso de manifiesto la fascinación contemporánea por los etruscos, y también el misterio que, como pueblo, les ha rodeado desde entonces.
O autorze
(1885-1930) escritor inglés, autor de novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, libros de viaje y crítica literaria. Junto con Frieda Freiin von Richthofen, la mujer con quien vivió prácticamente toda su vida, viajó a Alemania, Austria e Italia, y, tras un corto periodo de vuelta a Inglaterra, inició una especie de peregrinaje por Australia, Italia de nuevo, la antigua Ceilán, Estados Unidos y México, siempre en busca del lugar ideal, hasta que, tuberculoso, terminó sus días en el sur de Francia.
De sus novelas cabe destacar: Hijos y amantes (1913); El arco iris (1915); Mujeres enamoradas (1920) y, sobre todo, El amante de lady Chatterley (1928), que le otorgó una enorme fama. También escribió libros de viajes —Crepúsculo en Italia (1916) y Cerdeña y el mar (1921)—, y fue un agudo ensayista: Estudios sobre literatura clásica norteamericana (1923). Escribió, además, numerosos cuentos, en los que describió el modo de vida de la Inglaterra rural.