En estas lecciones hace Edmund Husserl (1859-1938) una exposición crítica de la historia de la ética, especialmente, moderna, que le permite defender la validez de los principios éticos rechazando las diferentes formas de hedonismo y describir los modos pasivo y activo de la motivación en cuanto legalidad del devenir espiritual. En la medida en que delimitan el concepto de ética como disciplina filosófica suprema y precisan el sentido de la mejor vida posible, estos textos hacen las veces de bisagra entre la ética formal del periodo de Gotinga y los escritos de orden metafísico, en los que se aborda la posibilidad de una existencia auténtica.
'La excelente traducción española de estas importantes lecciones de Introducción a la ética, a cargo de Mariana Chu, Mariano Crespo y Luis R. Rabanaque, publicada en una cuidada edición en la editorial Trotta, consolida una feliz etapa en lo que a la recepción de Husserl en lengua hispana se refiere’. (Investigaciones fenomenológicas)
'Una valiosa obra para conocer directamente una cara del pensamiento de Husserl relativamente nueva en el panorama español.’ (Scripta Theologica)
O autorze
Edmund Husserl
(1859-1938). De familia judía establecida en Moravia y de formación matemática, Husserl descubrió el pensar filosófico en los cursos de Brentano en la Universidad de Viena. Su carrera docente se desarrolló íntegramente, sin embargo, en universidades alemanas: Halle, Gotinga, Friburgo. La vida intelectual de Husserl es una prolongada pugna con la posibilidad de hacer de la filosofía verdadero saber, es decir, praxis radical que se orienta a la verdad. Fundó la fenomenología con motivo de la refutación del psicologismo (Investigaciones lógicas, 1900-1901) y, en cierto modo, la refundó al radicaliar el descubrimiento universal de la vida de experiencia (Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, 1913). Hasta el final de sus días, ya marginado y silenciado por el régimen nacionalsocialista, mantuvo la fe en una cultura de Ideas universales cuyo centro tenía que ser el ejercicio máximamente responsable de la actividad filosófica (La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, 1936).