Si vas por Rosario y te acercas al café Burgundy es muy posible que te tropieces con Trafalgar Medrano. Si tienes suerte, y no lo interrumpes antes de que entre en calor, tal vez te cuente lo que le pasó durante alguno de sus viajes.
¿Que a qué se dedica que es tan interesante? En realidad, Trafalgar no es más un comerciante, un hombre que va de un lado para otro con su «cacharro» (así lo llama) y ofrece diversos productos allí donde los necesitan. Solo que ese «allí donde los necesitan» no está tal vez donde tú crees, sino en otros planetas, en sistemas solares distintos y en mundos diferentes.
Con una habilidad magistral para convertir el lenguaje coloquial en una herramienta literaria, Angélica Gorodischer consigue aquí una de sus obras más amenas y divertidas. El contraste entre lo cotidiano y exótico, la narración puramente oral, la rápida y eficaz definición de ambientes y personajes, el humor y la ironía que desborda cada relato hacen de Trafalgar un libro para ser leído y disfrutado una y otra vez. Sin duda, una de las grandes obras de una de la mejores autoras en castellano, tanto dentro como fuera del fantástico.
Sobre o autor
Buenos Aires, 1928 – Rosario, 2022.
Sin duda una de las grandes autoras en castellano, tanto dentro del fantástico como fuera de él. Con una voz y un estilo muy personales, Angélica se ha movido con igual facilidad (y fertilidad) por el relato y la novela y le ha dado a la ciencia ficción y a la fantasía algunas obras imprescindibles, como Kalpa Imperial, Trafalgar o Bajo las jubeas en flor.
Desde muy joven reside en la localidad argentina de Rosario, de donde procede su familia, y allí ha ambientado algunas de sus obras, entre ellas Trafalgar.
Sus últimos trabajos se alejan en ocasiones del género y en ellos Gorodischer relata historias más íntimas, muchas de ellas ligadas a su propia infancia. También ha escrito sobre los derechos de la mujer, tema en el que es una abanderada literaria.
Durante su carrera literaria Gorodischer ha recibido multitud de premios, entre los que destacarían el Premio Emecé, el Gigamesh o el Esteban Echevarría