Los mejores relatos policiacos de los grandes narradores de la literatura universal.
Desde que a mediados del siglo XIX Edgar Allan Poe fijara las reglas del género detectivesco, este obtuvo rápidamente carta de naturaleza. Un tipo sofisticado de literatura, cuyo punto de referencia estético se basa en la variación de incidentes y hallazgos, tramas narrativas diversas y personajes distintos que comparten un espacio, y en el que se combina la naturalidad en el uso de palabras cotidianas —la «suavidad engañosa» de la que hablaba Raymond Chandler— con la retórica del morbo. El crimen atrae no solo porque es el único acto que podemos «resolver» en relación con la muerte, sino porque además falsea nuestra realidad cotidiana otorgándole una coherencia de la que normalmente suele carecer. La novela clásica se convierte así en novela de investigación, presentando el hecho criminal como un enigma para la razón, como un desafío que será el soporte del pacto entre el texto y sus lectores. La popularidad del relato policiaco fue afianzándose en todo el mundo a lo largo de las décadas posteriores y, aparte de los narradores adscritos únicamente al género, otra clase de escritores no lograron resistirse, como no podía ser menos, a su indudable atractivo y probaron ocasionalmente a hacerlo suyo. De entre estos francotiradores, esta antología presenta a una veintena de autores de primerísima fila que no dudaron en intentarlo, aunque sus notables resultados hayan quedado a menudo sepultados injustamente por sus reconocidas obras mayores. Se trata pues aquí de recuperarlos y comprobar que no solo salieron airosos del reto, sino que destacaron además por su original enfoque y la depurada calidad de su prosa.
Walt Whitman, Thomas Hardy, Guy de Maupassant, Antón Chéjov, Benito Pérez Galdós, R. L. Stevenson, Rudyard Kipling, Stephen Crane, Jack London, Mark Twain, O Henry, Guillaume Apollinaire, Emilia Pardo Bazán, Jospeh Conrad, Saki, Franz Kafka, Katherine Mansfield, Edith Wharton y Arthur Machen.
Sobre o autor
Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851 – Madrid, 1921) dejó muestras de su talento en todos los géneros literarios. Entre su extensa producción destacan especialmente Los pazos de Ulloa, Insolación y La cuestión palpitante. Además, fue asidua colaboradora de distintos periódicos y revistas. Logró ser la primera mujer en presidir la sección literaria del Ateneo de Madrid y en obtener una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de esta misma ciudad.