Scarlett contempló el letrero clavado en la hierba al costado de la carretera—. Paradise Peak, población 1100 —decía; una señal que no había visto desde que su familia la había pasado al salir. Sin embargo, era la misma señal, destartalada y desgastada. Era una maravilla que las patas podridas no se hubieran dado por vencidas años atrás.
Esto era. Unos minutos más y ella estaría en casa. Por el momento, sin embargo, la idea de volver a casa parecía más desalentadora que reconfortante.
No por primera vez en su viaje de mil cien millas por la costa oeste, se preguntó qué demonios estaba haciendo. Esto había parecido una buena idea hace seis meses en California. Ahora, sin embargo, no pudo evitar preguntarse si se había vuelto un poquitín o completamente loca.
Pero no era una locura, se tranquilizó. La enorme monstruosidad con paredes de vidrio a la que su familia se había mudado en California nunca se había sentido como en casa. Demonios, ella necesitaba usar el intercomunicador para llamar al lado opuesto de la casa. No, la pintoresca casa de estilo rancho en la que había crecido… ese era su hogar. Por supuesto, el hogar estaba situado en un lugar donde todos sabían absolutamente todo lo que hay que saber sobre… bueno… todos. Entonces, si pensaba que podía mantener tranquila su vuelta a casa, realmente estaba perdiendo la chaveta.
Al darse cuenta de que había disminuido la velocidad a un ritmo lento, forzó su pie sobre el pedal. Era demasiado tarde para cambiar de opinión ahora. Además, era completamente posible que nadie la reconociera y al menos lograría pasar el día antes de que el único periodista de la Gaceta del Paradise Peak golpeara su puerta.
Condujo la media milla hacia la ciudad y se detuvo en…
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