Viaje a Italia relata un viaje a través de Gran Bretaña, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia. Leandro Fernández de Moratín se presenta como un viajero culto, conocedor de las situaciones políticas de los territorios que recorre y, además, dispuesto a entregarse a todo tipo de aventuras. Su reflexión sobre el equilibrio precario que sufría Suiza durante el siglo XVIII resulta interesante para comprender cómo se fraguó la estructura nacional y territorial de la Europa contemporánea:
«Podrían en caso urgente, poner cien mil hombres en campaña; pero tendrían que dejar el arado para tomar el fusil; por consiguiente, a los tres meses de guerra ya no habría víveres; para un armamento extraordinario necesitan cargar tributos sobre el pueblo, y éste no puede contribuir a tales gastos. Toda la Suiza, en general, es muy pobre; las artes y el comercio pudieran haberla enriquecido, pero, por descuido imperdonable en los que la han gobernado hasta aquí, no se ha hecho. Ha debido su existencia por mucho tiempo a los celos recíprocos de Francia y la Casa de Austria; pero si la Francia decae, ¿quién la apoyará? En la ocasión en que yo pasé, las circunstancias eran tan críticas que cualquier partido que pudiesen tomar los suizos les debía ser necesariamente funesto […].»
Cabe añadir que el viaje era entonces una práctica formativa y que la escritura de las impresiones y las culturas vividas durante el mismo empezaba a constituir un género literario.
Despre autor
Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760-París, 1828). España.
Hijo del escritor Nicolás Fernández de Moratín, Leandro nació en Madrid el 10 de marzo de 1760, en la calle que hoy lleva su nombre. Sus padres, que habían visto morir a sus otros hijos a corta edad, se volcaron sobre su cuidado y educación, incluso con un exceso de atención y de rigurosidad. El Moratín niño fue, al parecer, introvertido y sensible. Las obras teatrales y poemas de su padre gozaron de cierta resonancia en su época, pero su interés no ha pervivido sustancialmente. Leandro, quien ya tuvo medios y lecturas para formarse en su propia casa, estudió latín y otras materias, pero no ingresó en la universidad. Pronto fue orientado por su padre hacia el aprendizaje de las artes del dibujo y de la joyería (fue aprendiz de joyero durante unos años), pero Leandro se inclinó por la literatura, aunque también cultivó aquellas artes a lo largo de su vida. A los dieciocho años de edad, envió un poema a la Academia (La toma de Granada) por el que se le concedió un premio menor, pero que quizá lo animó a frecuentar los círculos literarios madrileños que se reunían en los cafés.
La muerte de su padre, en 1780, coincide con un momento de cierto reconocimiento de Moratín como poeta, confirmado, dos años después, por otro premio recibido en un certamen académico con el poema Lección poética, una sátira sobre la mala poesía. Su primera incursión en el teatro llegaría en 1786 con El viejo y la niña, que se estrenaría cuatro años después. En 1787, Jovellanos conectó a Moratín con el político ilustrado Cabarrús (padre de Teresa Cabarrús, involucrada en la revuelta francesa del 9 de termidor, que acabó con el régimen de Robespierre en 1794), para que fuera su secretario en un viaje a París. Allí estudió francés, reencontró a algún amigo e hizo contactos nuevos, como con el ya anciano dramaturgo italiano Carlo Goldoni. A su regreso a Madrid, y con Cabarrús cuestionado e incluso encarcelado y temporalmente desterrado debido a sus posturas ilustradas, Moratín hubo de buscar su sustento, el cual encontró con el conde de Floridablanca y, después, con Godoy. Este último lo envió como representante a Francia en 1790, haciendo escala en Bayona para visitar a Cabarrús (que sería rehabilitado por Godoy en 1792). En París, en julio de ese año, fue testigo directo de la situación revolucionaria y la violencia implícita a ella, ante lo cual decidió marchar a Inglaterra.
Allí pudo profundizar en sus estudios dramatúrgicos, así como realizar viajes y conocer a escritores destacados (también inició su conocida traducción de Hamlet). Su viaje continuó atravesando Europa central hasta Italia, donde pasó tres años visitando varias ciudades. Moratín escribió numerosas notas y observaciones de todos estos viajes.