Anya Bouchard Parrish era una madre soltera que vivía con su hijo en una institución donde el pequeño recibía una educación privilegiada. Todo parecía encajar en su sitio. Sin embargo, Anya jamás se había sentido más inquieta… y más atraída hacia un hombre que cuando estaba con Roman Alexander, el guapísimo ejecutivo que no dejaba de observarla. Además, Anya no podía quitarse de la cabeza la sensación de que le ocultaba algo. Y era cierto, porque Roman Alexander tenía una misión secreta…
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Cassie se crió en un pequeño pueblo al sur de Illinois. Era muy poco femenina y la mayor parte del tiempo estaba en la calle jugando y maquinando travesuras.
Cuando su familia se mudó a Los Ángeles descubrió que los pomelos crecían en los árboles, que en la televisión se podían ver más de dos canales, y que todas las demás chicas tenían pechos. Mientras permanecía escondida y esperando a que su pecho desarrollara, leyó con voracidad todas las novelas de Nancy Drew.
Otra mudanza llevó a su familia a Denver, lugar que Cassie consideraba su casa. Se licenció en la Universidad Central a las afueras de Chicago, se casó, y regresó a Colorado donde trabajó en la sección de personal en Correos en Denver y vivian en una cabaña en la montaña donde no había agua corriente. Cuando supo que estaba embarazada, le pareció prudente volver a la civilización. Se estableció en Denver, crió a dos maravillosas hijas y empezó a escribir para Harlequin. Después de su divorcio, se tomó un descanso con la novela romántica y comenzó a escribir suspense.
Durante estos desesperantes años como madre soltera, escribía libros y hacía trabajos raros para complementar sus ingresos, apenas tenía tiempo para respirar y mucho menos para soñar. Entonces sucedió algo sorprendente. Se enamoró de un hombre que era fotógrafo aéreo y autor de novelas de misterio. Afortunadamente, él le correspondió a su amor. Ella había encontrado al protagonista en al vida real, heredó tres hijos más y tres nietos.
Cassie empezó a escribir novela romántica de nuevo, gozando de cada minuto de una vida llena de risas, viajes por caminos empedrados, barcos de vela, y viajes a Oregón dónde daban largos paseos por las rocosas playas.
No paso demasiado tiempo, cuando el amor de su vida le sobrevino un cáncer pancreático inoperable. Con el apoyo de todos sus amigos y una familia inseparable, murió en casa.
Cassie vive ahora sola, rodeada de maravillosos recuerdos. No tiene pesares y se considera afortunada de haber encontrado el amor de su vida, el hombre con quién compartir el amor perfecto.