«Si mi carta es más alta que la tuya, serás mía y me obedecerás en todo, durante tanto tiempo como yo quiera».
Bree Dalton escuchó las palabras del príncipe ruso Vladimir Xendzov, el hombre del que había estado enamorada una vez, el hombre que le había destrozado la vida. Y cuando él terminó de hablar, ella aceptó la apuesta: su cuerpo, por un millón de dólares.
Bree era consciente de que se encontraba ante un hombre implacable. Solo esperaba que su suerte no la abandonara en ese momento; porque, si perdía la apuesta, lo perdería todo.
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Los padres de Jennie eran los propietarios de una librería y creció rodeada de libros, a la vez que soñaba con tierras lejanas. Su madre le leía en francés cuando era pequeña y cuando tenía diez años, su padre le pagaba un dólar, en secreto, por cada novela clásica que leía (Jane Eyre, Guerra y Paz). Jennie llenaba su habitación de pósters de viajes y siempre tenía la nariz pegada a un libro.
A los quince años se fue interna a un colegio de Connecticut con una beca. Su primer viaje en solitario lo hizo a Europa con dieciséis años, por lo que dejó para más tarde la universidad y viajó por los Estados Unidos, manteniéndose económicamente con trabajos tan diversos como ser cajera en una gasolinera y ayudante de publicidad en un periódico.
Con veintidós años conoció al hombre que sería su marido. Por primera vez en su vida, quiso quedarse en un lugar con tal de poder estar con él. Después de casarse, se graduó como profesora de inglés por la Universidad del estado de Kent y comenzó a escribir libros un año más tarde.