El conflicto entre el capitán Woodward y el tabernero Charles Roberts es el de la visión colonial versus una noción más humanista de la expansión europea por la Micronesia y la Melanesia. ’Si el hombre blanco se esforzara un poco por entender cómo funciona la mente del hombre negro, se podrían evitar la mayoría de los problemas’, asegura Roberts, de mente más abierta y liberal. London, el racista, modificaba algunas de sus concepciones. En el viaje que hace entre 1907 y 1909 a bordo del Snark por Hawaii, las Islas Marquesas, Tahití, Fidji, las Islas Salomón, las Nuevas Hébridas y Australia, su concepto de la superioridad anglosajona se modifica. Está en desacuerdo con la forma como el hombre blanco ha sometido a la fuerza a los nativos, esclavizándolos o despojándolos de sus tierras. Hay una especie de crisis de conciencia que lo lleva a escribir historias donde muestra su simpatía hacia ciertos personajes, como el hawaiano Koolau, y donde da cuenta de la mano dura de los anglosajones. ’Colonizar el mundo. Alguien tiene que hacerlo’, parece ser la única consigna, no importando los medios para lograrlo. El relato es ambivalente: por un lado, la destreza de Saxtorph para hacerle frente a una horda de salvajes —la historia que cuenta el capitán Woodward—, y, por el otro, la velada certidumbre de que el inevitable hombre blanco es igual o peor de salvaje que los nativos.
Om författaren
Jack London nació el 12 de enero de 1876 en San Francisco. Desde pequeño se interesó en la lectura, en el alcohol, en las penurias económicas de la clase trabajadora y en la aventura. A los dieciséis se compró su primer bote, el Razzle Dazzle, con el que se convirtió en ’en el Príncipe de los Piratas’, debido a los robos que cometía contra los barcos pesqueros. Después del incendio de su barco, renegó de la piratería y cambió de bando, al convertirse en miembro de la Patrulla Pesquera, donde se enfrentó a saqueadores de ostras y a pandillas de chinos y griegos especialistas en el robo de camarón y de salmón. Un año más tarde, se embarcó en el Sophie Sutherland, en el que navegó por el Pacífico, por las islas Bonin y Japón, hasta llegar a la costa siberiana, donde cazó focas. A su regreso, enfrentó un tifón, experiencia que marcó el inicio de su vida literaria.
London trabajó como carbonero, se unió al Ejército Industrial de Kelly, fue hubo –o vagabundo–, miembro del Partido Socialista, buscador de oro en el Klondike, darwinista, macho sin par y feminista convencido, partidario de la Revolución Mexicana y corresponsal de guerra, boxeador aficionado y reportero de las mejores peleas de su tiempo… Y, sobre todas las cosas, London fue aventurero.
Lo que este tipo de vida trajo consigo –alcoholismo, mala alimentación, enfermedades tropicales– hizo que, el 22 de noviembre de 1916, después de una severa y dolorosa infección renal y de haber consumido los suficientes calmantes y somníferos que apaciguaran el dolor, Jack London tuviera una temprana muerte, a la edad de cuarenta año.