Una leyenda del futuro, de Agustín de Rojas, es un admirable estudio sobre la sofocación social que se lleva a cabo en una misión fallida a Titán, una de las lunas de Saturno. El viaje de regreso a tierra fuerza a los tripulantes a confrontar sus miedos más profundos mientras coexisten unos con otros en pleno estado de desesperación. Esta novela extraordinaria, que recuerda 2001: Odisea del espacio de Arthur C. Clarke, es un roman à clef de ciencia ficción sobre las presiones intensas—económicas, ideológicas, psicológicas—de la Cuba comunista.
เกี่ยวกับผู้แต่ง
Agustín de Rojas (1949-2011) is the patron saint of Cuban science fiction. A professor of the history of theater at the Escuela de Instructores de Arte in Villa Clara, he authored a canonical trilogy of novels consisting of Espiral (Spiral, 1982), for which he was awarded the David Prize; Una leyenda del futuro (A Legend of the Future, 1985); and El año 200 (The Year 200, 1990), all of which are scheduled for publication in English translation by Restless Books. While he was heavily influenced by Ray Bradbury and translated Isaac Asimov into Spanish, de Rojas aligned himself mostly with Soviet writers such as Ivan Yefremov and the brothers Arkady and Boris Strugatsky . After the fall of the Soviet Union, de Rojas stopped writing science fiction. He spent his final years persuaded—and persuading others—that Fidel Castro did not exist.Agustín de Rojas (1949-2011) es el padre de la ciencia ficción cubana. Profesor de historia teatral en la Escuela de Instructores de Arte de Villa Clara, de Rojas es autor de una afamada trilogía que consiste en Espiral (1982), que recibió el Premio David; Una leyenda del futuro (1985); y El año 200 (1990), todas ellas de próxima aparición en traducción al inglés bajo el sello editorial Restless Books. Fuertemente influenciado por Ray Bradbury, de Rojas, que tradujo al español a Isaac Assimov, se sumó a la línea soviética de Ivan Yefremov, los hermanos Arkady y Boris Strugatsky. Luego de la caída de la Unión Soviética, de Rojas dejó de escribir ciencia ficción. Pasó los últimos años de su vida convencido—y convenciendo a los demás—que Fidel Castro no existía.