Traducción de Juan Zuriaga Muñoz
Tras tres años en los que sufrió una extraña amnesia, el doctor Peaslee vuelve a recordar quién era e intenta reconstruir su vida. Sin embargo, se ve asaltado por sueños ominosos en los que no reconoce su cuerpo y pasea por una ciudad ciclópea llena de extrañas criaturas. Obsesionado por sus sueños, Peaslee intentará averiguar qué ocurrió realmente durante su periodo de amnesia y, al hacerlo, descubrirá que sus pesadillas son algo más que pura ilusión.
En las sombras del tiempo es uno de los relatos fundamentales para comprender la gestación de Los Mitos de Cthulhu, la cosmogonía materialista plagada de horror cósmico construida por quien es, sin duda, uno de los maestros del fantástico del siglo XX: H. P. Lovecraft.
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Providence, 1890
Sin duda una de las figuras más influyentes, no solo en la narrativa de terror, sino en el fantástico en general del pasado siglo XX. Nacido en 1890 en Providence, Rhode Island, su vida y su peculiar carácter han generado una serie de leyendas sobre él y su personalidad que biógrafos más recientes empiezan a cuestionar. Al respecto es enormemente clarificadora la biografía H. P. Lovecraft, el caminante de Providence, del autor ovetense Roberto García Álvarez.
Aunque se inició en el cuento puramente fantástico, no tardaría en bascular hacia un terror de corte claramente materialista en el que el elemento de espanto tiene mucho que ver con el vértigo cósmico causado por la comprensión de la insignificancia humana en el esquema del universo.
Con esas premisas, y dados su ateísmo y su racionalismo extremo, no es extraño que acabara abandonando el ropaje mágico-sobrenatural para utilizar elementos científicos y tecnológicos más característicos de la ciencia ficción. Es en ese momento y con esos parámetros cuando los llamados Mitos de Cthulhu toman forma definitiva y Lovecraft escribe algunas de sus mejores obras como ‘En las montañas de la locura’, ‘La sombra sobre Innsmouth’ o ‘En las sombras del tiempo’.
Durante toda su vida fue un escritor amateur que apenas vio un centavo por lo que escribía. Hipercrítico con su propia obra, era reacio a presentarla para su publicación y en más de una ocasión fueron sus amigos quienes, a sus espaldas, enviaron sus relatos a la revistas pulp en las que acabarían apareciendo la mayoría de ellos.
Murió en 1937 en el mismo Providence que lo vio nacer. Desde su muerte, su fama no ha dejado de aumentar y, hoy por hoy, su estatus de figura clave en la literatura de género del pasado siglo es indiscutible.