—Tía, no puedo esperar a que llegue Ryan —dijo mi novio, Drew, por enésima vez—. Ya verás, te va a encantar.
Le sonreí.
—Bueno, de tanto que me has hablado de él siento como si ya lo conociera.
Drew me lanzó una mirada mientras esquivaba a los demás transeúntes del aeropuerto.
—Lo siento, nena —respondió de forma avergonzada—. Es que no veo a Ryan desde la universidad. Era mi hermano de fraternidad y mi mejor amigo. Hicimos un montón de locuras.
—Estoy segura de que las vais a recordar una y otra vez —le dije para picarlo. Me acerqué y le di unas palmaditas en el brazo—. No te preocupes, cariño. En realidad me pica la curiosidad saber qué locuras hiciste en la fraternidad.
Drew se ruborizó por completo.
—No sé. Creo que sería mejor censurar algunas historias de los buenos tiempos.
Dejamos la conversación cuando nos dirigimos a la terminal para buscar la puerta por la que iba a desembarcar Ryan. Miré a mi alrededor para buscar entre la multitud la persona que podría encajar en la descripción que me había hecho Drew.
—¿Drew?
Dio media vuelta.
—¡Ryan! ¿Qué pasa, tío? —Los dos hombres se abrazaron y se dieron palmadas en la espalda.
—¡Qué alegría verte! —comentó Ryan mientras miraba de arriba a abajo a Drew—. Se nota que entrenas, estás genial.
Drew flexionó los brazos para sacar los bíceps.
—Sí, tengo que mantenerme en forma. ¿Cómo si no voy a decirle a esos yogurines que se ejerciten y estén en plena forma para los partidos de fútbol americano si soy yo el gordo y gandul entrenador?
Ryan asintió con la cabeza a la vez que se le escapaba una risotada.
—Tienes razón. —Sus ojos se posaron en mí—. ¿Y quién es esta preciosidad, tu entrenadora personal?
Le sonreí abiertamente.
—No, no soy su entrenadora personal.
Drew pasó un brazo alred
来自同一作者的更多电子书 / 编辑
296,803 此类电子书
