En junio de 1577, Teresa de Ávila comenzó a escribir El castillo interior o Libro de las moradas, o simplemente Las moradas. Atravesaba una crisis, víctima de las tensiones y disensiones políticas y religiosas en el seno de su orden religiosa.
Jerome Gratien, humanista carmelita y padre espiritual suyo, le pidió a Santa Teresa que escribiera un nuevo libro en el que presentara un viaje espiritual que no estuviera basado en su experiencia.
Teresa escribió este libro en Toledo. Allí se había retirado: «La obediencia me ha impuesto pocas órdenes que me hayan parecido tan difíciles», confiesa a regañadientes al comienzo del prólogo. La obra, terminada el 29 de noviembre de 1577, se considera su obra maestra.
El castillo interior o Libro de las moradas utiliza la alegoría del castillo interior para describir el mundo interno. Las moradas son aquí símbolos, aposentos o piezas que componen el castillo. Describen del recorrido a seguir para acceder a lo profundo del espacio interno y alcanzar la unión espiritual con Dios.
El tema central de la obra es instruir acerca de los fenómenos que acontecen en el alma. Según Teresa de Ávila el alma debe entrar dentro de sí. Una vez dentro, se produce un recorrido interior por las distintas moradas hasta llegar al centro mismo del alma. Esta es un castillo que se encuentra en la séptima morada y es el lugar donde mora el Rey (Jesucristo).
Las Moradas del Castillo Interior es el ultimo libro que escribió Santa Teresa de Jesús. Según muchos críticos, su mejor obra; y una de las cumbres de la mística cristiana y de la prosa española del Siglo de Oro.
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Santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515-1582). España.
Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila, el 28 de marzo de 1515, hija de los nobles Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila de Ahumada. En la casa donde nació se alza en la actualidad la iglesia conventual de Santa Teresa, construida por los carmelitas a inicios del siglo XVII. En su obra, santa Teresa habla de los efluvios del amor divino que experimentó ya en la niñez y juventud. Santa Teresa también tuvo en su juventud gran pasión por la lectura, en especial de libros de caballerías, al menos hasta que tomó votos como monja.
A los doce años perdió a su madre, y a los dieciséis su padre la ingresó en el convento de Santa María de Gracia. Posteriormente, en 1534 (a los diecinueve años de edad), Teresa profesó en el convento carmelita de la Encarnación de Ávila. Poco después cayó gravemente enferma, y estuvo una temporada en un balneario de aguas medicinales. Al parecer, su salud estuvo marcada por periódicos episodios en que experimentaba algún tipo de éxtasis paroxístico que, en ocasiones, le hacían perder el sentido.
Este extraño trastorno se ha asociado con el misticismo que caracteriza parte de su obra, pero también ha sido interpretado parcialmente como una muestra no tanto de trance místico, sino de asomo pudoroso de cierta incontinencia de la libido. En una carta a un hermano, también afectado por este tipo de arrobamientos místicos, le dice: ‘¡Bueno anda Nuestro Señor! Paréceme que quiere mostrar su grandeza en levantar gente ruin. Sepa que ha más de ocho días que ando de suerte, que, a durarme, pudiera mal acudir a tantos negocios [se encuentra en plena actividad de reforma de la Orden]. Desde antes que escribiese a vuestra merced me han tornado los arrobamientos, y me ha dado pena: porque ha sido en público… Ni basta resistir, ni se pueden disimular. Quedo tan corridísima, que me querría meter no sé dónde. Harto ruego a Dios que me quite esto en público: pídaselo vuestra merced…’.
La labor conventual de santa Teresa se dirigió a un reformismo espiritualista que intensificó el enclaustramiento y la vida en el interior de los conventos. Creadora de la suborden de las carmelitas descalzas, su primer convento fue el de San José, fundado en 1562, en Ávila. Para ello obtuvo la colaboración de sus familiares y otros nobles (entre ellos, la duquesa de Alba). También obtuvo ayuda de religiosos, como san Juan de la Cruz, a quien la unieron la fe y también la amistad y la literatura.
La creación de la orden reformada (o de las descalzas) no estuvo exenta de obstáculos, ya que fue causa de conflictos con autoridades civiles y eclesiásticas, y hasta le valió una pena de reclusión en Toledo y un proceso inquisitorial que, finalmente, no prosperó. Dedicada a implantar y consolidar su Orden, así como a la escritura, la vida de santa Teresa transcurrió en ambientes conventuales hasta su muerte, el 4 de octubre de 1582, a los sesenta y siete años de edad. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622, y es habitual referirse a ella como santa Teresa de Ávila o santa Teresa de Jesús.